“Las balas zumbaban a mi alrededor. Los gritos desgarradores de mis compañeros agonizantes se oían por todo el campo. Tirado en el suelo. Malherido. Esperaba ayuda o que una bala impactara en mi cabeza, acabando con mi sufrimiento. Lo peor, es la pierna perforada por una bala que no me deja caminar. Otro destino peor que la muerte sería vivir sin mi extremidad, postrado en una silla de ruedas. Ruego al Señor que el médico que me atienda tenga las manos milagros o viviré un tormento”. Carta escrita por John Defoe, soldado británico rescatado durante la batalla del Somme, 1916.
Las palabras escritas en esta carta encontrada en el suelo de un hospital parisino, describe a la perfección el miedo de los soldados a las cirugías traumatológicas. En aquel tiempo, el campo traumatológico no estaba desarrollado completamente. Las operaciones eran “cosa de suerte”, al que le tocaba, le tocaba. Por eso, muchos preferían morir antes de entrar a la sala de urgencias.
Además de la amputación, otros métodos como la cauterización o el macerado de cera sobre la herida brindaban cierta seguridad de plena recuperación. Sin embargo, si la herida fulminaba gran parte de la extremidad afectada, el cirujano optaba por extraerlo. Y eso no es todo, al lograr ser salvada la herida, si no cerraba correctamente las bacterias atacarían, pudriendo el tejido afectado, provocando infecciones o gangrenas.
La importancia de la asepsia
Aunque no lo crean, lavarse las manos ha salvado la vida de muchas personas desde el siglo XIX. Este simple procedimiento libera a las manos de agentes bacterianos y virales que accidentalmente tocamos en el transcurso del día. La palabra asepsia etimológicamente significa a=sin, sepsia=bacterias, honrando su nombre.
Es indispensable que los cirujanos, antes de realizar una operación se desinfecten correctamente y no solo las manos, también su vestimenta correctamente impecable al igual que los equipos que usarán para cortar la piel, como el bisturí que tendrá contacto directo con la parte interna y externa de nuestro cuerpo.
Así que podemos definir a la asepsia, como las buenas prácticas de higiene desarrolladas pre-operación, las cuales salvaguardarán la vida del paciente y el profesionalismo del médico.
El latente peligro de la osteomielitis
La osteomielitis es una infección bacteriana que afecta a los huesos, especialmente a los expuestos tras sufrir una lesión de grandes magnitudes. Los soldados son propensos a sufrir este tipo de patología. Las balas perforan la piel y muchas abre una hendidura que destruye el tejido muscular y óseo, exponiendo las partes internas. Las bacterias viajan a través de la sangre u otros factores que las ayudan a postrarse en la herida.
Si la herida no es atendida en menos de 24 horas, la colonia de bacterias se alimentará del tejido sano, reproduciéndose sobre el tejido muerto, lo que provocará que la herida se extienda a través del cuerpo. El afectado a sufrirá fiebres de altas temperaturas, igual que inflamación, dolor intenso y fatiga. El olor de podrido aparecerá pasando las 24 horas, mal presagio si la herida no es controlada a tiempo.
El mal de la sangre
Otros males que produce la osteomielitis es la mala circulación de la sangre. Cuando se dañan o se obstruyen los vasos sanguíneos, el cuerpo tiene dificultades para distribuir las células que combaten infecciones y evitan que proliferen las infecciones pequeñas. Lo que comienza como un corte pequeño puede evolucionar y convertirse en una úlcera profunda que expone el tejido inferior y los huesos a las infecciones. Causados principalmente por:
- Diabetes mal controlada
- Enfermedad arterial periférica, a menudo relacionada con el tabaquismo
- Enfermedad de células falciformes
Conclusiones
La osteomielitis es prevenible gracias al buen accionar de la asepsia. Lavándose bien las manos y manteniéndose limpios antes de cualquier intervención, es más probable que el paciente desarrolle con normalidad su vida antes de padecer el mal bacteriano.